jueves, 31 de mayo de 2012

Mi mujer, marihuana y mi música, parecen ser cinco en total, pero las tres emes a las que me refiero son "mujer, marihuana y música". Estoy tan seguro de que por lo menos una o dos de estas son también las razones de tu felicidad, de tu vida renovada, de tu amor diario y personal. De un tiempo hasta aquí puedo decir que la convivencia con mis tres emes se ha fortalecido por la constante reciprocidad que se genera en el cotidiano respirar, con los problemas, los malos acordes, los embarazos del cáñamo.
Mi primer alegría del día es ver a mi mujer a mi lado, la segunda encender mi embarazado porro y sentir con el el poder de la naturaleza entrando a mis pulmones, luego, el tercer paso de mi alegría es cuando en el baño escucho los acordes y tamboreos de lo que el hombre a creado con tanto empeño y a ido afinando a lo largo de tanta historia y tanta guerra, la música.
Estas emes son de vital cuidado, si pierdo una muero. La verdad absoluta no la tiene nadie más que la naturaleza, esa que me dió la mujer, la marihuana y la música, pues es bien sabido que todo surge de la naturaleza, no hay Dios, si si lo hay ya murió. La naturaleza me enseña que no debo matar por matar, violentar a nadie, respetar su integridad, la naturaleza me enseño que las emes deben ser mi Dios, mi ética de vida, el respeto hacia la mujer es primordial, los violadores deben ser castrados y sus genitales los deben tragar aún estando vivos, luego dejarlos desangrarse en una plaza con un cartel encima de ellos que diga "Yo violé"; la música debe ser respetada, es el sentir de su interprete y es por eso que tanto nos identificamos con cierto tipo de música, pues al no tener posibilidad de realizar música buscamos esas que nos llaman desde sus acordes y bambaneos; la marihuana es el puente, al menos para mí, hacia un resucitar, una reflexión a diario de lo que podemos generar, de lo que podemos brindar a los demás.
Mis tres emes quizá no sean las misma que las tuyas, pero son mi felicidad y eso es lo que te quiero transmitir.
Atentamente, con respeto y sin él.
Hugo Areco.